EN PARTIDA DOBLE
Alejandro Mares Berrones
El gobierno dijo que los que encabezaron la marcha del sábado próximo pasado en la Ciudad de México, fueron provocadores de violencia; sin embargo, la realidad es que en todo el país existe un clamor de justicia y se añora vivir en paz.
¿Qué hubo violencia?, ¡sí!; pero de ambos bandos; los policías también repelieron la agresión con toletes y gases, se habla de más de 100 gendarmes y 40 civiles heridos, varios detenidos.
Un grupo de encapuchados, al final de la marcha rompieron con marros y pinzas para cortar acero las cortinas de hierro que con antelación el gobierno había colocado alrededor del Palacio Nacional. El Zócalo se convirtió en una batalla campal y al grito de “muera morena”, la turba con pasamontañas y cascos pudo más que los policías equipados con trajes especiales, toletes y escudos.
Periodistas de la ciudad de México, que cubrieron los hechos, me aseguran que nunca antes se había visto actuar a este grupo de encapuchados, que no marcharon con los contingentes de la Generación Z, ni con los michoacanos del Movimiento de El Sombrero. Los anarquistas llegaron directamente al Zócalo y por poco más de dos horas se enfrentaron a los policías y les abrieron el cerco.


La llamada Generación Z, se mescló con los marchistas del movimiento del Sombrero, que también protestaron por el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, Michoacán; pero a los encapuchados no se les observó en el trayecto de la marcha e incluso fuentes policiacas no los identifican ni con el llamado Bloque Negro.
Esta marcha es un parteaguas, y francamente fue contra el gobierno y su partido morena; se les miraba el enojo, el coraje y el odio a los manifestantes y es entendible, en el caso de los marchistas de Michoacán, les mataron a un alcalde honesto, que se enfrentó a la delincuencia organizada y fue asesinado por un joven sicario, casi un niño.
Desfilaron además madres de hijos desaparecidos y padres de niños con cáncer que no reciben los medicamentos ni la atención debida en los hospitales. A esto no se le puede decir que es violencia, es un clamor de justicia. Hay un hondo malestar contra el gobierno, porque simula su actuar contra la delincuencia organizada.
La narrativa de la presidenta Claudia Sheinbaum, se ha centralizado en que esos “violentos” reciben apoyo del extranjero y aquí nos surge la pregunta: ¿de quién?, acaso de la CIA, porque si es así, ya nos cargó el payaso. El gobierno federal tiene la capacidad y la responsabilidad social de decirnos cuál es la mano que mece la cuna exclusivamente de ese grupo de encapuchados; porque el resto de los manifestantes exigen algo muy simple: ¡justicia y paz!, que no existen en todo México, porque el crimen organizado, gobierna y cogobierna en casi todo el territorio de la república.


EN CONTRAPARTIDA, más allá de los problemas de inseguridad que se viven en el país, ocasionados por la delincuencia organizada -esta sí es la verdadera generadora de violencia-; la economía y las finanzas del país, no andan muy bien que digamos:
México posee una deuda pública de 18 billones de pesos, según el último informe de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; y de puros intereses nuestro país paga por día, o mejor dicho pagamos 3 mil 516 millones de pesos.
Esto ha ocasionado, que organismos como el Fondo Monetario Internacional, recientemente revocó la línea de Crédito Flexible para México, de 35 mil MDD el año pasado a 24 mil MDD ahora.
Morena y el gobierno de la 4T deben dar un golpe de timón, en la forma en que han estado gobernando al país, de no hacerlo, la inconformidad social -las marchas- y más movimientos, se irán convirtiendo en luchas.
Luchas como las que encabezó en el pasado Andrés Manuel López Obrador y la propia Claudia Sheinbaum Pardo, que junto con otros actores políticos, hoy figuras de la 4T como Gerardo Fernández Noroña, encabezaron marchas y eran los “gritones” de esos mítines en el Zócalo y la avenida Reforma.
Viene la revocación de mandato, la presidenta ha dicho que “ni Dios ni Xóchitl Gálvez le quitarán la presidencia”; frase que me recuerda a una expresión muy parecida esbozada por los Beatles, cuando dijeron que ya eran más famosos que Jesucristo, esa blasfemia, les provocó un escándalo a nivel mundial. México es un país de fe y si algo Dios no perdona es que se blasfeme contra él, así reza el evangelio.
La manifestación del pasado sábado, por más que el gobierno la quiera minimizar no va a poder hacerlo sin que dé solución a los problemas reales que aquejan a los mexicanos; hay que recordar, aquella frase de AMLO, donde decía: “el pueblo es bueno y sabio; es tonto aquel que cree, que el pueblo es tonto”. Lo que ocurrió el 15 de noviembre en el Zócalo de la capital del país, es la ley del karma.


