(Parte II)
Juan Antonio García D., diciembre de 2025
Entre enero de 1914 y enero de 1915, los carrancistas aliados a Obregón, huyeron a Veracruz. Los ejércitos populares ocuparon la ciudad de México y formaron un gobierno en torno a la Convención de Aguascalientes para tratar de unificar sus demandas y un proyecto nacional. Pero no fueron capaces de organizar a la clase obrera de la capital y a levantar al pueblo en armas para defender lo conquistado. No impulsaron la producción, se dedicaron a saquear las haciendas para repartir entre el pueblo el producto en lugar de hacerlas producir socialmente.
Imprimieron grandes cantidades de billetes provocando una inflación, carestía, escasez e inconformidad popular. Carentes de una teoría avanzada, villistas y zapatistas trágicamente se limitaron a desfilar en la ciudad y a disputar entre ellos. Se tomaron fotos, intercambiaron prisioneros para fusilarlos y permitieron borracheras en las calles, gritos triunfalistas, vivas a sus respectivos caudillos, y le hicieron la vida imposible al presidente que habían nombrado en la Convención: Eulalio Gutiérrez. En tanto, el escritor traidor Martín Luis Guzmán, principal burócrata de la Convención, se negó a entregar las prometidas armas a los zapatistas para atacar los envíos de armas a Obregón y estos comenzaron a desconfiar de los villistas.
Hasta ahí llegó la alianza popular. Fue el fin de la fracasada revolución.
Washington decidió dejar de vender armas y municiones a Villa. Carranza había huido a Veracruz, en donde el ejército norteamericano le rindió honores y le entregó las armas decomisadas a Huerta y nuevos arsenales a cambio del petróleo de la Huasteca. Y comenzaron las grandes batallas entre los dos ejércitos. Pueblo contra pueblo. En Celaya y León, la División del Norte ya no sólo combatía contra obregón y Carranza sino contra Estados Unidos que los apoyaba con asesores militares, modernos cañones, ametralladoras, reflectores para contener los ataques nocturnos de la caballería, alambres electrificados, avionetas de reconocimiento y bombardeos. La guerra en Europa estaba en su apogeo y habían introducido la estrategia de trincheras (y los tanques de acero), que puso fin a la caballería como fuerza principal. Y la aplicaron en las batallas contra los villistas.
Villa cayó en todas las provocaciones de Obregón. No persiguió a los carrancistas antes de que se fortalecieran en Veracruz, no se remontó a la sierra para pelear en mejores condiciones y alejar a los obregonistas de sus fuentes de aprovisionamiento, evitando los cañones y los trenes artillados –como le aconsejaba con desesperación el general Ángeles–. De manera suicida, decidió lanzar oleadas y oleadas de caballería en campos lodosos contra la trincheras, ametralladoras y trenes artillados, dando las mismas órdenes del general Tomás Urbina que atacaba a los carrancistas en Tampico, protegidos también con toda la tecnología y apoyo norteamericano.
Todavía en noviembre de 1915, unos 6 mil 500 hombres de la ya debilitada División del Norte, atacó sin éxito Agua Prieta, defendida por los carrancistas Elías Calles y Lázaro Cárdenas, a quienes el gobierno de Estados Unidos permitió cruzaran por su territorio y los asesoró para colocar trincheras, alambres de púas de seis metros de espesor, así como líneas de minas de 8 kilos de dinamita, como las que se usaban en la primera guerra mundial. Fue el fin de la División del Norte. El sobrevalorado ataque a guerrillero a Columbus, en marzo de 1916, no fue más que un acto desesperado e inútil.
Los zapatistas, por su parte, se fueron a sembrar la tierra al iniciar las batallas en el Bajío y dejaron solos a los villistas. No atacaron los envíos de armas por ferrocarril, no se fueron sobre la ciudad de México ni sobre Puebla, esperanzados a que los villistas ganaran o a que llegara otro gobierno con el cual negociar, o al cual combatir, como dice John Womack. Derrotada la División del Norte, el gobierno carrancista (1915-1920) hizo la guerra de exterminio contra los pueblos de Morelos, hasta que el 19 de abril de 1919 pagó 50 mil pesos a un militar para asesinar a Zapata. Luego, corrompió a sus sucesores.
Villa, el gran estratega que ganó la primera y única batalla contra Díaz en Paso del Norte años atrás; el general y guerrillero que destrozó al ejército huertista, perdió la perspectiva, rompió con Ángeles, quien fue asesinado en 1919 por carrancistas. Terminó rindiéndose al gobierno interino de su amigo Adolfo de la Huerta en 1920 y fue asesinado por agentes de Obregón el 20 de julio de 1923 en Hidalgo de Parral, Chihuahua. AL triunfar el constitucionalismo carrancista se fue contra los campesinos zapatistas. Cinco años de masacres, de 1914 a 1914, año en que fue asesinado Zapata. La tercera parte de la población de Morelos pereció de guerra, hambre y enfermedades.
Por su parte, los caciques “revolucionario” triunfantes terminaron matándose entre sí. Carranza fue asesinado en 1920 por los firmantes del Plan de Agua Prieta que lo derrocaron con un golpe de Estado cuyo ejecutor (Obregón) no aparece como asesino en la historia, como Huerta, sino como héroe). Perseguido como perro por Lázaro Cárdenas y Rodolfo Herrero, huyó con el tesoro nacional hasta la sierra de puebla, donde fue acribillado.
En premio, Cárdenas obtuvo el grado de General y la gubernatura de Michoacán. Como subordinado de Obregón había combatido contra villistas y zapatistas desde 1914.Y si luego repartió tierras fue por tres razones: 1) No eran de él y ya habían pertenecido a los pueblos, 2) Urgía desactivar la espantosa miseria en que vivía el pueblo y el peligro de una verdadera revolución popular, y 3) Había que controlar a los campesinos como veneradores del gobierno a través de la CNC y a los obreros a través de la CTM, como acarreados y aplaudidores del sistema. Luego, a dos años de iniciarse la segunda guerra imperialista mundial decretó la nacionalización del petróleo, con anuencia del embajador estadounidense, J. Daniels, para desplazar a la angloholandesa Rolla Ducha & Shell, y obtener contratos con precios preferenciales, desde entonces hasta la cuarta transformación.
Obregón, cuyas máximas eran “el que mata manda y la moral es un árbol de moras que vale para pura chin…”– gobernó de 1920 a 1924, luego fue sustituido por Calles en el cuatrienio que terminó en 1928, año en el que se reeligió y, al celebrar su victoria, fue asesinado por los callistas, lo que ocasionó una rebelión de militares obregonistas que fueron derrotados y/o ejecutados por los “revolucionarios” triunfantes. Estos políticos degenerados fueron los fundadores del Estado revolucionario que logró algunas conquistas nacionalistas, pero hipotecó el futuro de México con el Tratado de Bucareli, reforzando la dependencia económica iniciada por Juárez.
El actual gobierno y sus historiadores antes críticos, han rescatado los espectros de los héroes del pasado para reeditar la vetusta historia de mitos y mentiras, han perdonado a los expresidentes y saqueadores que robaron al país y empoderaron al narcotráfico. Con todo, oculta las causas del endeudamiento –que en 2025 asciende a 18 billones de pesos y hace pagos de intereses por 3 mil 400 millones diarios– y la descomposición social que tiene a México hundido en la violencia y la incertidumbre.