
(Parte I)
Juan Antonio García Delgado
El sueño americano sigue convirtiéndose en pesadilla para cientos de miles de mexicanos y latinoamericanos que ven truncadas sus aspiraciones para salir de la pobreza ancestral y mejorar sus condiciones de vida en el país de las oportunidades, en donde se han encontrado con una brutal dictadura de facto que está echando mano Ejército, Guardia Nacional, Marina y los agentes del Servicios de Migración y Control de Aduanas (ICE) que están tratando como delincuentes y como “terroristas” a quienes, con su trabajo, han contribuido a la grandeza de Norteamérica, de la potencia mundial que hoy parece dirigirse al precipicio con cada acción de su gobierno.
Por lo pronto, y pisoteando los más elementales derechos y libertades que habían caracterizado al país vecino, más de cien mil mexicanos han sido expulsados y separados de sus familias de manera humillante mientras de este lado, el gobierno declara todas las mañanas que “a México se le respeta” y que “la independencia, la soberanía y los derechos del pueblo” están por encima de todo. Lo cierto es que Washington expulsa a los connacionales, impuso explícitamente el programa Quédate en México y la obligación de que la Guardia Nacional de México vigile su frontera Sur. Y no hubo ninguna reacción del gobierno mexicano para hace respetar la soberanía.
Millones de personas de todo el mundo han seguido las escenas de violencia contra los migrantes, desde las agitadas protestas de Los Ángeles, y Portland, pasando por Detroit, San Antonio, Filadelfia, Atlanta, Milwaukee, San Luis, Denver, San Francisco y Santa Ana, entre otras; hasta la gigantesca y espontánea movilización pacífica de Chicago. El gobierno de los Estados Unidos decidió apalear, encarcelar o expulsar de su territorio a cientos de miles de trabajadores que literalmente han sido arrancados de sus centros de trabajo, de los campos agrícolas y de los barrios.
¿Y qué resultados ha obtenido con estas acciones el señor Donald Trump? El empeoramiento de la situación de la economía estadounidense pues millones de toneladas de alimentos se han quedaron sin ser cosechadas porque no hay trabajadores que hagan ese trabajo, que es el que hacían los migrantes mexicanos y latinoamericanos. También se ha paralizado gran parte de la industria de la construcción, no sólo porque muchos trabajadores han sido deportados, sino porque otros no están saliendo a trabajar ni a buscar trabajo por el temor a ser detenidos y separados de sus familias, como ya está ocurriendo con muchos casos. Al mismo tiempo, la economía ha empeorado pues los expulsados dejaron de consumir en las empresas y negocios de Estados Unidos.
Lo peor de todo es que las acciones del presidente Trump son sumamente torpes y sólo denotan la desesperación con que está actuando el mandatario al ver prácticamente en tiempo real que su país está dejando de ser la primera potencia del mundo ante el imparable crecimiento de China; que se enfrenta a grave problemas estructurales y que en cualquier momento podría enfrentar una inflación y una depresión catastróficas que podrían llevarlo al colapso. Cada acción que emprende el gobierno lo acerca más al desfiladero, como podemos ver en el caso del alza extraordinaria aranceles.
A México le impuso arbitrariamente aranceles de 50% al aluminio, al acero y a los autos fabricados en México, así como de 25% en todas las mercancías que no entran en el Tratado de Libre Comercio. Tampoco hubo ninguna reacción para salir en defensa de los intereses de México, al contrario, obedeciendo la orden de Trump la presidenta Claudia Sheinbaum decretó un repentino aumento de aranceles a los autos provenientes de China, así como a todas las mercancías de países con los que México no tiene firmado un tratado de libre comercio. En cambio, al país que nos impulso altos aranceles rompiendo la legalidad del TLC, no le aplicó un sólo arancel.
Trump también impuso fuertes impuestos a sus aliados históricos de Europa, además de empobrecer a sus pueblos al obligarlos a dejar de comprar petróleo ruso barato para comprar petróleo caro de Estados Unidos, con el pretexto de restar poder económico a Rusia, por haber iniciado la guerra contra Ucrania. Como sabemos, castigo con particular saña a China, dejando sentir todo su odio y su envidia ante este país que ha comenzado a dejar atrás a Estados Unidos en muchos rubros pues el gigante asiático ya el primer productor industrial y el primer exportador de mercancía.
La consecuencia inmediata de esta medida es que ahora los consumidores estadounidenses están comprando las mercancías importadas de todas partes del mundo con un aumento de 15%, 25%, 50% o 100% más altas, pues son ellos quienes están pagando las alzas arancelarias aplicadas de manera arbitraria por Washington. Esto junto con la impresión de dólares para atender su enorme gasto público, provocado una devaluación de 10% em el dólar, lo cual significa que las cosas están cada vez más caras en el país de los consumidores compulsivos.
Pero esto es apenas el comienzo. La contradicción principal que está debilitando tanto a la economía estadounidense como a la europea, es la caótica y salvaje competencia entre las viejas potencias del siglo XX y las potencias emergentes que se han agrupado en torno al grupo de los BRICS, representado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; los que llegaron tarde al reparto de mercados, tal como ocurrió el siglo pasado con Alemania, Italia y Japón… Y como entonces, las potencias dominantes se niegan a cederles espacios de poder mientras el señor Trump ha proclamado que no permitirá ninguna oportunidad a este bloque económica que ya concentra el 90 por ciento de las reservas estratégicas de crudo y el merado más pujante del mundo.
El sorprendente crecimiento de los BRICS en el marcado mundial reside en su abundante y barata fuerza de trabajo y su acelerada modernización tecnológica, con lo cual pueden producir mercancías con menores costos de producción. Mientras Estados Unidos y Europa, producir un par de zapatos cuesta 120 dólares, en china puede costar 15 dólares, considerando los salarios más bajos y la maquinaria más moderna que lanza al marcado grades volúmenes de mercancías a más bajo costo.
El problema esencial es que esta locura el capitalismo moderno están obligando a los grandes capitales a buscar mecanismos para abaratar su producción, como, por ejemplo, sacando sus plantas industriales de las naciones sede, a países periféricos como México, Indonesia, China, o cualquiera de los tigres asiáticos. Por eso salieron grandes automotrices y muchas otras empresas de Estados Unidos y Europa para instalarse en donde pudiera pagar salarios más bajos para poder enfrentar la competencia, y por eso no regresarán a Estados Unidos.
En lo que se refiere a la modernización tecnológica, conlleva un asunto más grave. La acelerada modernización tecnológica en tiempos, cada vez más reducidos, está propiciando a su vez, que las tecnologías se hagan obsoletas más aceleradamente y tengan que ser desechadas y cambiadas por maquinarias más modernas si es que quieren sobrevivir a la competencia mundial. Es algo similar a lo que ocurre con nuestros teléfonos móviles o con nuestras computadoras: que todavía no terminamos de pagarlas cuando ya salió a mercado una nueva versión que está programada para no ser compatible con las viejas tecnologías.
Los capitalistas de los grandes conglomerados, ya no se diga de los pequeños, tienen que invertir en más maquinaria cuando todavía no han recuperado lo que invirtieron en la anterior maquinaria; es decir cuando todavía la vieja maquinaria no ha transferido el costo de su valor a las mercancías producidas. Pensemos que esto ocurre también de manera intrínseca, con las inversiones en todas las nuevas tecnologías: cibernética, robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, etc. En consecuencia, se viene registrado una tendencia decreciente en la tasa de ganancia de las empresas, que, muchas veces, se ven obligadas a rematar mercancías, son obligadas a fusionarse mediante ofertas hostiles, y las más débiles se van a la quiebra acelerando un proceso de concentración de capitales, en el que sobreviven únicamente los más fuertes.
Los altos salarios en Europa y en Estados Unidos fueron resultado de las épicas luchas obreras del siglo XIX e inicios del siglo XX, pero también de temor que significó la existencia de un bloque socialista que presionaba a Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón, e Italia a elevar sus salarios. Pero el repentino surgimiento de los BRICS ha condenado a esos países a ser desplazados por la competencia a bajar sus salarios y a acelerar la modernización tecnológica; o bien, a preparase para una guerra de escala mundial, aunque ello signifique el fin de la especie humana. Una conflagración como como la que impulsaron en la primera mitad del siglo XX los Estados Unidos y Europa para contener los países “del Eje”.
Así comenzó: la gran producción industrial descontrolada, la pobreza en el mundo y, con consecuencia la falta de suficientes compradores para esas mercancías, provocaron la recesión, proceso en el cual se acumulan las mercancías en las bodegas o en los anaqueles y muchas industrias se ven precisadas a cerrar, echando a la calle a miles y luego a millones de obreros, lo cual ocasiona que baje el consumo de más mercancías y se agrave la recesión hasta extenderse por todo el mundo. Comenzó con la Gran Recesión en los Estados Unidos de 1929-1933.
El “bondadoso y buen cristiano” Franklin Delano Roosevelt –venerado en las mañaneras por López Obrador, quien creó su propio New Deal– como “el mejor presidente del os Estados Unidos”, intentó salir con tres mecanismos. 1) Militarizando el país y creando el ejército más grande de todos los tiempos, para pagar salarios y aumentar el consumo, 2) intensificado la fabricación de tanques, bombas, cañones, barcos y submarinos para preparar la guerra, 3) creando grandes obras públicas, con el mismo fin de aumentar el consumo y 4) regalando bonos y programas sociales para tener contento al pueblo.
En Alemania, en cambio, apareció el “loco y malvado” Hitler quien para 1936 ya había aplicado otra estrategia que se basó en tres acciones inmediatas. 1) Incendiar el Reichstag o parlamento alemán para culpar a los comunistas e iniciar una terrible persecución en contra de ellos, 2) buscar un chivo expiatorio ante el desempleo, una inflación terrible y la carestía y lo encontró en los judíos, que no eran bien vistos por su papel de comerciantes y especuladores, y 4) preparase para la guerra que iniciaron en septiembre de 1939, con la invasión a Polonia.
La historia no se repite, pero a veces se parece. Por lo pronto las provocaciones militaristas ya con una contante en Europa, Medio Oriente, en torno a Taiwán, y en las costas de Venezuela.